Verano, ¿tiempo de relax?

Ahora que el verano está acabando, con la mano en el corazón responde a la siguiente pregunta: ¿de verdad ha sido el verano tiempo de relax? Respondernos sinceramente tiene su aquel porque, claro, después de llevar todo el año ansiando las vacaciones veraniegas, ¿quién confiesa que el disfrute ha sido menor del esperado? Y no me refiero ya a los días previos de lavadoras y maletas, no; no me refiero tampoco al eterno viaje en coche con la cantinela del “¿cuándo llegamos?“, no; me refiero a un día cualquiera de todos los días pasados en la playa de una madre de familia con sus churumbeles.

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Tres libros… ilusa

El previo a la playa

Sí, señoras y señores, la playa tiene un previo. Ese en el que hay que preparar todo lo que vas a necesitar para pasar el día. Un bañador, dos, la protección solar, las gorras de los niños, tu sombrero, el pareo, una rebequita por si acaso -si veraneas en el norte, que nunca se sabe cuándo el tiempo puede cambiar-, agua, algo de fruta, la sombrilla, FP 50, el libro… Cuando quieres darte cuenta pareces un sherpa camino de coronar el Himalaya, pero por más que revisas y vuelves a revisar no encuentras nada de lo que puedas prescindir. Ya se sabe, los “porsiacaso” son así.

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Una torre de vigilancia ideal… sin nada que vigilar 🙂

En la playa

Tú querrías hacerte unas sesiones vuelta y vuelta bajo la sombrilla, alternando el cerrar los ojitos con la lectura de esa novela que te reservaste para vacaciones y que tantas ganas tienes de empezar. Pero va a ser que no. Eres la versión 2016 de Pamela Anderson sin delantera recauchutada, sin carreras glamurosas por la playa… ¡vamos! que en lo único en lo que te pareces en realidad a Pamela es en la vigilancia de tus hijos en la playa, que es lo que toca. Y lo único que alternarás serán los turnos con tu marido-madre-amiga-otroadultoqueteacompañe en esta vigilancia. Eso si tienes un solo hijo o a lo sumo dos, que si son más quizá prefieras controlarlos por parejas, no vaya a ser que te desaparezca alguno… aunque pensándolo bien… No, es broma, que ya les has cogido cariño 😉

En el chiringuito

Hora de comer y diriges tus pasos hacia el chiringuito playero más cercano. Y caes en la cuenta de que no reservaste la paella, ni la mesa… y ves las hordas de gente encaminando sus pasos hacia el mismo lugar… Y te estresas.

Después de algo más de media hora de cañas, tapas y niños alborotando por el local -que es lo que hacen los niños porque están en la edad de hacerlo- te dan una mesa. Estáis un poco apretados, pero era eso o esperar aún más rato y, entre el hambre que tenéis todos y el sueño del pequeño, no era opción. El chiringuito está hasta arriba… así que los tiempos se alargan. La eternidad es eso que pasa desde que avistas al camarero hasta que puede hacerte caso. Y acabas de comer casi a la hora de la merienda.

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Ya quisieras tú una estampa tan idílica

Las duchas y la cena

Tras la sesión vespertina de Los Vigilantes de la Playa regresais al hotel/apartamento en el que os alojais. Hacéis las duchas por turnos tal como recogen la cocina en las pelis americanas: uno friega, el otro seca y conseguís estar listos a una hora razonable para cenar. Si hay suerte esa hora no será la misma que la del resto de la humanidad y encontraréis mesa rápido y puede que hasta todos los niños quieran comer algo. Aunque lo más habitual es que uno no quiera y se levante y que los demás también se quieran levantar. Tratas de relajarte, pero te saca de quicio cuando no quieren comer… cuando te meten prisa para que termines porque quieren salir… Tú sólo querías cenar tranquila.

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Dos líneas y zzzz

Hora de acostarse

Habréis dado un paseo, puede que hayáis comido un helado o tomado un granizado y os habréis ido a dormir. Pijamas, dientes y a la cama. Volverás a sacar tu libro, pero no te dará tiempo a leer ni dos líneas. Tu cuerpo está agotado de tanta playa, tanta vigilancia y tanta preparación de infraestructura, así que claudicas y, dejando el libro en la mesilla, apagas la luz, que mañana la rutina volverá a empezar pronto.

Mientras este último pensamiento cruza tu mente, te das cuenta de que echas un poco de menos tu rutina, la de verdad. Los días organizados en tiempos concretos. Las hora establecidas para levantarse y dormir… No es que el verano no haya sido tiempo de relax es que una semana en la playa es poco tiempo para desintoxicarse de las otras 51 semanas en el asfalto. Lástima no ser rica.

Imágenes: Pexels

Let B. Díaz

Soy Leticia la mamá de Ojazos desde 2013, mujer desde 1978. Siempre corriendo y con mil cosas en la cabeza para hacer pero con poco tiempo para llevarlas a cabo. Escribo en Esto no es como me lo contaron y Las Letras de Let porque es lo que más me gusta hacer en el
mundo. Activa, habladora y comprometida, cabezota y risueña vivo en una permanente contradicción. Necesito contar las cosas que me pasan para que no se me enquisten en alma.

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2 comentarios

  1. Ir a la playa con niños no es ir de vacaciones: es trabajo a tiempo completo… Mis vacaciones de verdad son los quince días en el pueblitobueno. Sin horarios, sin gritos y con las niñas disfrutando del monte, la piscina y los amigos

    1. Completamente de acuerdo contigo.

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