Situaciones muy surrealistas

Como decía nuestra compañera Nuria hace algunos días el surrealismo está a la orden del día. Si echas la vista atrás y haces un poco de memoria es dificil no recordar alguna situación surrealista, de esas que te dejan patidifusa, perpleja o sin palabras. Hoy recordamos algunas y tú… ¿te animas a compartir las tuyas con nosotras?

Cuando los probadores se usan para todo menos para probarse ropa (Nat)

sorpresa

Tan surrealistas como estar de compras en Zara probandote modelitos y que comiences a oir jadeos, susurros, gritos y gemidos un tanto sospechos en el probador de al lado. Asomar la cabeza a través de la cortinilla al pasillo (porque sí, los probadores eran de cortinilla de tela) y descubrir que tú no eres la única sorprendida. Ser testigo auditiva sin quererlo de todo y cuando digo todo es todo. Y para colmo presenciar estupefacta como el personal de seguridad vino a poner orden e invitó a los protagonistas a abandonar el probador y la tienda. Os aseguro que aún sigo pensando que había una cámara oculta, no era capaz de creer lo que estaba oyendo.

Cuando te tiran los tejos en el momento más insospechado (Verónica Trimadre)

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A medida que vamos cumpliendo años, nos emparejamos y tenemos hijos, las ocasiones en las que nos sentimos “cortejadas” van disminuyendo exponencialmente hasta el punto de hacerse minúsculas y reducirse (como mucho) a las pocas veces que salimos de fiesta.

Con ese estado de situación perfectamente integrado en mi vida, entenderéis lo surrealista que fue ir a una casa rural con otras familias, y por supuesto con la mía al completo, y encontrarme con un brazo rodeando mi cintura, así fuera de todo contexto de lo razonable. ¡Cómo me gustaría ver la cara de WTF que se me puso! Por si queda alguna duda, ha pasado varios años desde entonces y el dueño del brazo y yo seguimos siendo amigos. Es como si simplemente no hubiese ocurrido.

Cuando te pones a perseguir un autobús para buscar tu camino (Patch)

autobús Madrid
Dramatización

Corría el año 2004 y yo estaba trabajando en Telecinco. En aquel momento, la tele estaba en un barrio que se estaba construyendo y estaba vacío, Las Tablas, y, aunque hoy ya está lleno de gente por aquel entonces solo había grúas y vigilantes de obras. Un buen día pusieron un autobús que iba a Plaza de Castilla, que era un recorrido que solía hacer a diario y me entró la curiosidad de saber si ese autobús hacía un viaje más óptimo que el mío, así que decidí seguirlo.

Me coloqué aviesamente detrás de él (no había más coches en todo el barrio, recordadlo) y fui siguiéndole todo el camino. Si había una parada, me paraba detrás de él y si él seguía yo seguía. Tras veinte minutos de estar siguiéndole entre descampados, veo que el bus se para (me pareció que iba vacío y no había parada), se baja el conductor y viene a mi coche. Me preguntó que qué estaba haciendo, si le perseguía por algo. Con la mejor de mis sonrisas le expliqué que quería saber por dónde iba para llegar a Plaza de Castilla de la mejor manera posible. El tío se partió de risa y me señaló por dónde acababa su camino, que curiosamente era la misma calle que yo solía coger.

Creo que aún se está riendo de mí y de mi (no) pericia persecutoria.

El día de la paella gigante (Sara)

Paella gigante

En mis tiempos de jefa de producto en una empresa me tocó asistir a distintos eventos. Creo que en aquellos años cubrí mi cupo de situaciones surrealistas con creces y para el resto de mi vida. Uno de los momentos más divertidos fue el día que acudí yo con un ejército de azafatas de imagen a una paella gigante cuyo objetivo era promocionar nuestro producto. Yo insistía en que no dijeran ¿quieres una cerveza? sino que ofrecieran siempre la marca que fabricábamos nosotros. Recuerdo que en stand de al lado había una azafata de Pepsi diciendo compulsivamente ¿Quieres una Coca-Cola? ¡Casi muero de la risa! ¡Tres horas ofreciendo el producto de la competencia, y tan tranquila! Aquellas paellas gigantes eran una fuente de gorrones. Gente que iba a las 10 de la mañana pertrechados con sus tuppers, sillas de camping y gorras con ventilador a hacer fila bajo un sol de justicia, no fuera a ser que se quedaran “sin” que luego ibas a las 14 y tenías igual, pero no tenía la misma gracia, por lo visto.

¡Está claro que por algo gratis la mayoría de la gente ma-ta!

Cuando la gente es demasiado sincera (Merak)

vater

Anda que no habremos aquí hablado de defecar, cagar y todos los eufemismos que queráis. Es algo normal que hacemos todos pero, según que contexto, yo casi prefiero obviar referencias explicitas. Pero parece que no todo el mundo es igual de cauto.

Por temas de trabajo, durante un año, tuve que llamar todos los lunes a un hombre que me tenía que facilitar unos datos. El no me los podía dar mientras que estaba trabajando, así que yo tenía una franja muy breve, mientras comía, para ponerme en contacto con él. Total, que me pasaba toda la mañana pendiente de que no se me pasase la hora y siempre que lo llamaba me pasaba lo mismo. Su mujer me cogía el teléfono, él no se podía poner porque estaba ocupado y tenía que llamar dos o tres veces, cada cinco minutos, hasta que lo localizaba. Un coñazo, ¡vamos! Hacia mayo, cuando estaba a punto ya de acabar nuestra relación profesional, se desveló el gran misterio de estar siempre tan atareado. Llamé y, ¡oh! ¡sorpresa! él mismo me cogió el teléfono. Su conversación no era muy fluida, me hablaba con monosílabos, muy cortante y reticente… al final, ante mis preguntas, no se cortó un pelo y me espetó: “Mira, es que estoy muy ocupado ahora… es que estoy cagando” ¡y se quedó tan ancho!

Cuando te encuentras un obrero en tu cocina (María Jardón)

obrero

Una mañana de sábado sobre las 9 más o menos, mi Paco y yo estábamos tan felices durmiendo cuando unos golpes muy fuertes en el techo nos despertaron. Después de unos minutos para intentar entender que estaba pasando comenté “Porque estamos en casa, que si no, pensaría que se nos va a caer el techo encima”. Tras asumir que ya no íbamos a poder pegar ojo, me decidí a levantarme e ir preparando el desayuno pero al llegar a la puerta de la cocina…”¡Pummmmmm” el techo se vino abajo y de un agujero tremendo que se hizo quedaron colgando unas piernas. ¡Imagínate la escena! Yo en la puerta, recién levantada, en camisón, los pelos tipo la bruja avería y con la legaña pegada, la mitad del techo desperdigado por toda mi cocina (sobre la vitro, en el fregadero, todo el suelo…) y en el centro, un obrero colgando… En fin, superado el shock, sólo pude dar las gracias porque un segundo más y se me hubiera caído todo el techo encima.

Cuando crees que te gastan una broma y resulta que no (Pilar)

hablar_telefono

Mi hermano es muy bromista y le gusta hacer llamadas  de teléfono con las bromas más absurdas: “señora llamo de telepizza para confirmar el pedido de 250 pizza pepperoni”, “buenas, llamo del seguro de hogar para que me diga a qué hora ha empezado el incendio y si hay algún herido”.

En fin, bromas tontas que normalmente pillo en seguida, pero que a veces me han hecho picar.

Un día me llama un chico con la voz exactamente igual que la de mi hermano, para decirme que tienen que venir a cambiar no se qué para aumentar la potencia contratada y no que sé qué más, total que yo empecé a reírme y le digo “¡venga ya tete! (porque a mi hermano le llamo tete) que no me creo nada” y así un rato riéndome y el pobre chico todo apurado explicándome que DE VERDAD llamaba de la compañía eléctrica y yo venga la risa sin hacerle ni caso.

Al cabo de mucho rato me di cuenta que el pobre chico no era mi hermano y me moría de vergüenza.

Imágenes vía Wikimedia, Pixabay.

Equipo MMM

Las chicas de la redacción de Mujeres y Madres Magazine contando sus cosas. Nos gusta compartir lo que pensamos.

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