¡No quiero ir al cole!

Ha llegado el momento. Ese infinito verano que se presentaba ante nuestros ojos a finales de junio ha tocado oficiosamente a su fin. Atrás quedan las excursiones, los viajes, las largas tardes de playa y piscina, los amigos, el pueblo, trasnochar… Esta semana toca colgarse otra vez la mochila al hombro y enfilar el camino del cole. Desde hace algún tiempo, cada vez me da más pereza comenzar cada nuevo curso. ¡Se vive tan bien en verano incluso aunque tengamos que hacer malabarismos para conciliar!

Que sí, que retomar las rutinas es bueno para todos y poner un poco de orden y mesura a esta vida de desenfreno estival nos viene bien… pero a mí, personalmente, pensar que por delante se nos vienen más de ocho meses de invierno y curso escolar me nubla el juicio y me hace entrar en depresión. Más que segura con ellas, a veces me siento encorsetada por las rutinas, las obligaciones, los horarios, las exigencias académicas-, los compromisos extraescolares…

Niños que vuelven al cole

Los madrugones, las prisas, las tardes “carretando” hijos de un lado para otro, las disensiones -porque, reconozcámoslo, cuando estamos cansados/estresados/apurados se nos agría el carácter a todos-… Es pensar en lo que se avecina y entrar en barrena. Pero ¡no este año! He decidido tomar medidas para aligerar tantas cargas reales y mentales, para tratar de extender el “buenrollismo” estival a los 365 días del año. Porque, reconozcámoslo, todo es cuestión de actitud.

Y ¿qué voy a hacer para remediarlo?

Aligerar el calendario de extraescolares

Quieren jugar el baloncesto, practicar ballet, ciclismo, ir a manualidades, robótica, piscina… Mis hijas no son realistas respecto a lo que da de sí la tarde, pero yo sí. Tras años haciendo malabares, este curso ha llegado el momento de priorizar y recortar sus aspiraciones. La incompatibilidad de horarios hace en ocasiones imposible llegar a todo y, cuando lo logramos, es a costa de pasarnos la tarde a las carreras, con la lengua de fuera, de un sitio para otro y con todo el mundo malhumorado por las prisas. En vez de ser un momento lúdico y de diversión, las extraescolares acaban convertidas en un lastre que nos hace llegar AGOTADAS a la cena. Porque ellas quieren hacer todo eso y más, pero también necesitan cada vez más tiempo para estudiar y, por supuesto, requieren de momentos de relax para ver la tele, jugar, leer… ¡Vamos! Demasiada actividad para muy poca tarde. Este año, priorizaremos.

Flexibilizar horarios

Cuanto más mayores se hacen los niños, más margen tenemos en cuestión de horarios. Soy una firme defensora de tener planificado el día y respetar las horas de las comidas, meriendas, cenas y, sobre todo, el momento de irse a la cama. Pero ¡qué caray! una cosa es vivir organizados y otra convertir el hecho de que nos los saltemos en un drama. Cierto que necesitan dormir las horas necesarias, pero si un día la peli que estamos viendo acaba media hora después de lo que teníamos previsto creo que nos podemos permitir la excepción.

Es una lata, el madrugar

Disfrutar de nuestra casa

Este verano apenas hemos parado en casa. Seguimos durmiendo allí, pero durante el día no se nos ve el pelo entre esas cuatro paredes. Lo cual está genial, porque exprimimos al máximo cada jornada, las visitas de parientes y los planes con amigos, pero también añoramos disfrutar de nuevo de nuestro hogar, de tardes de peli y manta, de los juguetes de siempre, de meternos a cocinar sin prisas, de leer, escribir… Vamos a disfrutar reconquistando nuestro espacio personal.

Fijarnos nuevos retos para el nuevo curso

En las últimas semanas hemos vivido como si no hubiese mañana. En verano parece que no está permitido vegetar. Siempre hay algo que hacer. Ahora la cosa cambia. Entre que el tiempo empeora, los días se hacen más cortos y que cada familia vuelve a “su” vida, liberamos muchas horas para… para no hacer nada o, al menos, para no hacer nada programado. Yo he decidido que voy/vamos a emplear ese tiempo libre en probar los beneficios del pilates. Así, de buenas a primeras, me da a mí que no será una actividad que me apasione pero, ¿quién sabe? a lo mejor hasta me encanta. Plan uno: pilates; plan dos: volver a correr; plan tres: localizar todos los geocachés en cien kilómetros a la redonda.

Exprimir los programas lúdicos y culturales

Precisamente por lo que os contaba antes, que aquí en Galicia el tiempo se pone a partir de ahora bastante malo y que los días menguan que no veas, da más pereza pensar en hacer algo al aire libre, pero este año estoy dispuestísima a que eso no nos lastre a la hora de hacer planes. El otoño y el invierno son momentos ideales para seguir programando paseos, visitas, excursiones y exprimir al máximo los programas lúdico-culturales de toda la comarca.

Leer acurrucada con el gato en el regazo, ¿qué mejor plan invernal?

Oda a la slow life

Sí, a esa slow life de la que todo el mundo habla, que muchos ansían pero que, sinceramente, creo que pocos alcanzan. Mi propósito es inculcar a esta familia -empezando por mí misma- que lo bueno está en disfrutar del camino, no en la meta. Que no se trata de desear que llegue el próximo cumpleaños, las siguientes navidades, las deseadas vacaciones o el verano del 2018; que lo verdaderamente importante es que, entre medias, acumulemos el mayor número posible de días satisfactorios, de experiencias gratificantes. Haciendo limpieza en las fotos del móvil comprobé que ese invierno que recordaba como agotador resultó también muy divertido y lleno de grandes momentos.

Menos mamá y más María (Bonus track)

Sinceramente os digo que uno de los motivos por los que últimamente adoro el verano es porque, sin tantas exigencias, puedo liberarme de la obligación de “vigilar” que el frágil equilibrio de intendencia familiar se mantenga estable. En verano miro para otro lado y mi familia se asilvestra, está a monte. No me preocupo de horarios, no me preocupo de estudios, no me preocupo demasiado de su manutención y relajo bastante la disciplina. Y ¡oye! sobreviven. Mientras que yo gano horrores como persona individual con aficiones, intereses e inquietudes al margen de ellos y, además, estoy de mucho mejor humor y soy una persona y una madre mucho más maja. Así que, ¿por qué no practicar la misma estrategia el resto del año? A partir de ahora seré menos mama y más María.

Imágenes: Shutterstock

María L. Fernández

Soy María Fernández. Mujer, madre, amante, amiga y periodista en permanente propiedad conmutativa. No sé vivir sin contar historias. Las mías, las tuyas, las de los demás. Nunca sabrás si voy o vengo, pero cuando te hablo ten la seguridad de que lo hago de forma honesta, porque no sé hacerlo de otra manera.

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