Follándonos a una entre los cinco

Estoy segura de que sabéis de que os hablo, pero, por si acaso, os aclaro que “Follándonos a una entre los cinco” era el texto de un mensaje de WhatsApp que uno de los cinco presuntos violadores de San Fermín envío a sus amigos. Durante los últimos días he leído y releído esa conversación en diferentes medios de comunicación. He leído como mientras los unos contaban su proeza, los otros les envidiaban, para terminar angustiándose pensando que sus amigos pudieran ser los violadores de los que hablaban en las noticias.

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No sé si leer esta conversación aporta algo, no sé si es puro morbo… hace tiempo que me cuesta distinguir estas cosas, supongo que por la inmersión repetida en el sensacionalismo, pero el caso es que la leí. No la voy a enlazar. Tampoco la voy a transcribir. No quiero alimentar más la carnaza. Pero yo la leí. Y desde que la leí no puedo sacármela de la cabeza.

Creo que esta conversación es una consecuencia funesta de la mezcla de varios temas. Ojo, me refiero a la conversación, no a la atrocidad cometida por estos animales. La banalización del sexo. La industria del porno. El machismo más recalcitrante. La cosificación de la mujer. La dilución de responsabilidad en el grupo. Todos estos aspectos se mezclan en este chat de machitos.

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La banalización del sexo

Como diría mi madre, parece que confundimos libertad con libertinaje. Este país ha estado ahogado mucho tiempo por la falta de libertades, una época en la que incluso era díficil tomarse de la mano o besarse en público, en el que el estigma por un embarazo fuera del matrimonio era inmenso. Unos años en los que había que guardar la flor para tu marido.

Después vino la transición política y social, la conquista de derechos, la, paulatina y lentísima, equiparación de la mujer -en la que aún seguimos inmersas- y la -mal llamada- liberación. Las mujeres empezaron a vivir su sexualidad de una forma más natural.

Pero con el transcurso de los años esa naturalidad ha devenido en banalización. Ni el SIDA, ni las enfermedades de trasmisión sexual, ni los embarazos no deseados parecen hacer tomar conciencia de las consecuencias que puede conllevar.

Todo esto es peor en las generaciones más jóvenes que no han pasado por los estadios anteriores. A su favor tienen que están liberados del tabú, pero esa misma cuestión juega en su contra.

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La industria del porno

Habrá quien me diga que orgías ha habido toda la vida y no seré yo quien se lo niegue, pero ahora es cuando consumir sexo de forma visual a cualquier hora, casi gratuitamente, es tremendamente fácil. Lo peor del asunto es que no se trata de sexo realista, sino de situaciones increíbles o excepcionales, en las que, una vez más, se cosifica a la mujer que sirve como mero objeto de placer, y que, además, parece sólo disfrutar con el placer de otro u otros. Ese “follándonos a una entre los cinco” es reflejo de esa mentalidad. Hay que ir más lejos, ser más bruto, más osado. Hacer cosas más increíbles. No vale con echar un polvo, eso es demasiado sencillo.

El machismo más recalcitrante

Una sociedad que sigue poniendo a las mujeres por detrás, hasta en un acontecimiento global y con tanta repercusión como los Juegos Olímpicos de Río, es, por desgracia, un caldo de cultivo ideal para perpetuar su rol secundario. Por más esfuerzos que se hacen desde las tribunas públicas, como la campaña HeforShe que tiene como misión la igualdad de género y cuyo discurso de presentación por parte de Emma Watson ante la ONU ha alcanzado ya la categoría de mítico; por más políticas que se emprendan desde los gobiernos, el machismo permanece como un elemento dominador.

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La cosificación de la mujer

En todos los terrenos, pero con especial incidencia en el sexual, la mujer pasa a ser vista, y tratada, como algo con lo que proporcionarse placer. Un objeto sin sentimientos ni necesidades, sin opinión ni punto de vista.

La perpetuación de este aspecto es muy relevante desde el mundo de la publicidad, donde el cuerpo de la mujer se usa para vender todo tipo de cosas. Desde instituciones públicas como el Instituto de la Mujer se vela para que esto deje de ser así y ponen a disposición de la ciudadanía un Observatorio de Contenidos Sexistas en el que es posible poner quejas cuando se encuentren dichos contenidos en publicidad y medios de comunicación.

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La dilución de responsabilidad

Podemos partir de Gustave Le Bon y su concepto de masa (social) que tiene las siguientes características:

  • Por el mero hecho de integrarse en una multitud, el individuo adquiere un sentimiento de poder invencible, que hace que la muchedumbre se vuelva más primitiva y menos sujeta al control ejercido por la conciencia o por el temor al castigo.
  • El sujeto se vuelve altamente sugestionable, como hipnotizado.
  • Existe el contagio emocional o imitación

Lo vemos en los partidos o las manifestaciones cuando se desmandan los violentos. Cómo uno empieza a repartir leña y los demás le siguen, todos a una, sin pensar. La dilución de la responsabilidad en el grupo. El contagio social. Interesantes a este respecto son los estudios de Zimbardo (El experimento de la cárcel de Stanford) o de Milgram, que demuestran lo fácil que puede resultar anular la voluntad personal ante el argumento de la autoridad. Como uno ha tirado por la calle de en medio y se ha puesto a la cabeza, los demás le siguen sin cuestionarse el porqué y nadie se siente responsable, todos se dejan llevar al tiempo que se retroalimentan.

Por último

Lo que más me alarma de esa conversación -insisto, de esa conversación, no de la violación- que leí, y de la que no consigo desprenderme, es el hecho de que nadie pareciera tener conciencia de estar violando a la chica. Que se movieran con un comportamiento gregario, claramente violento, y que lo mostraran al resto de la “manada” como algo placentero y de lo que alardear.

Por otra parte, el auto del juez ya era lo suficientemente explícito, sin decir nada en concreto, con respecto al calvario que sufrió una mujer que aquella noche sólo quería disfrutar de las fiestas y que acabó por convertirse en una víctima. Víctima que vuelve a serlo cada vez que se dan detalles del suceso. No había necesidad de conocer más.

Sigamos trabajando por la igualdad. Sigamos trabajando en la erradicación de la violencia de género. Sigamos educando a nuestros hijos. Cambiemos la sociedad.

Gracias a Leticia Ruiz por ayudarme con los conceptos psicológicos.

Imágenes: Pixabay

Let B. Díaz

Soy Leticia la mamá de Ojazos desde 2013, mujer desde 1978. Siempre corriendo y con mil cosas en la cabeza para hacer pero con poco tiempo para llevarlas a cabo. Escribo en Esto no es como me lo contaron y Las Letras de Let porque es lo que más me gusta hacer en el
mundo. Activa, habladora y comprometida, cabezota y risueña vivo en una permanente contradicción. Necesito contar las cosas que me pasan para que no se me enquisten en alma.

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2 comentarios

  1. Yo quiero pensar que los amigos del grupo de WhatsApp, cuando leyeron eso de “follándonos a una entre los cinco” entendieron que eran relaciones consentidas y no una violación. Igual es que soy demasiado ilusa… Por lo demás, totalmente de acuerdo contigo.

    1. Sí, yo también lo entiendo así, pero me horroriza igualmente. ¿Eso es envidiable? No. No lo es. ¿Esa es la forma de disfrutar de unas fiestas de pueblo? No, no lo es. Por eso se me quedó el runrún, ahí en la cabeza. Por eso tuve que escribir. ¿Hacia donde vamos? El futuro es extraño, espero que las madres lo cambiemos. Un abrazo.

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