Adolescentes SIN redes sociales

Si has nacido después de los 90, esto te va a sonar igual que me sonaba a mí que mi abuelo me dijese que ellos de pequeños jugaban con… un palo.

En algún momento entre el mesolítico y la era actual, hubo un tiempo en que los jóvenes NO llevaban el mundo en el bolsillo. Esos adolescentes de ayer, padres de adolescentes hoy, hacían cosas raras como estas.

Cosas raras que hacían los adolescentes SIN redes sociales

1. Perderse… desaparecer

La posibilidad de salir a la calle y estar absolutamente ILOCALIZABLE durante horas era una posibilidad real. ¡Y ni siquiera daba miedo! ¿Qué podía pasar? Ahora es poco menos que un sueño inabarcable. En aquel entonces, existía la posibilidad de avisar que llegabas tarde con un par de monedas y una cabina telefónica. Sin embargo, raro era encontrar una cabina que funcionase cuando la necesitabas. Así que… así era. Sin más complicaciones. Allí estabas. Sola. En la calle. Con o sin rumbo. Daba igual. NADIE podía localizarte.

2. Escuchar a unos tipos que hablaban y ponían discos

En casa teníamos discos y cassettes. Sí. Unos cuantos. Tenías los que tenías. Pero si querías acceso a música actual, a mezclas frescas y novedades… escuchabas la radio que venía, por supuesto, con cuñas publicitarias de Ariel. No estaba mal pero lo máximo que podías elegir era la emisora o el programa. Delegabas el poder de decisión a otros, que montaban las Playlist de tu vida. Spotify era en mi adolescencia… preciosa ciencia ficción.

3. Colgarse al teléfono

El teléfono por lo general estaba en el salón. Tenías que meter la cabeza en el armario, para tener un poco de intimidad. Si te llamaba un chico… tenías a toooda tu familia a dos metros escasos de ti. No era posible enviar un mensaje luego, así que tenías que contarlo todo en esa única y accidentada conversación. “¡Baja la tele, que no oigo!” Tantas cosas que contar. Y todavía no habían inventado Whatsapp. Había que quedar.

4. Mirarse en un espejo

Musical.ly no existía!! Pero sí que hacíamos el gilipollas igual. Solo que delante del espejo… en la soledad de nuestro cuarto y sin espectadores. Tus actuaciones no quedaban expuesta a la vista de tus padres, que lo hubiesen flipado… como nosotros flipamos con las puestas en escena de esos hijos, esos que creímos pudorosos. No son capaces de cantar para que les den el aguinaldo pero se desatan frente a una cámara. Qué cosas.

5. Esperar en una esquina

Sí una amiga llegaba tarde al encuentro, no tenía forma de avisar al resto, ya en ruta. Así que, era muy habitual ver a un corrillo de chavales esperando a alguien en la calle. 30 minutos. 40 minutos… Sin embargo, ese tiempo de espera era tiempo de conversación y de anticipación de lo que iba a suceder a continuación. Sin Google Maps acertar el tiempo que tardarías en llegar a un sitio era también un ejercicio interesante. No había apps que te dijesen al minuto cuando llega el bus. Todo se calculaba a ojo de buen cubero (expresión que imagino no tardará en desaparecer del diccionario de la RAE porque ya… pa qué, si todo se mide el miligramos y nanosegundos…)

6. Pintarse, mancharse…

Pero nuestra versión de Bambi nunca alcanzó los niveles de sofisticación actuales. Con Snapchat todo es mucho más limpio. No hacen falta alambres, ni pegamentos. Ya no hace falta enguarrarse las manos, ni cortarse una orejas de papel. Muy chulo aunque… Un pelín aséptico ¿no?

7. Fantasear con qué estaría haciendo el otro

Imaginabas al chico que te gustaba en un partido de basket o haciendo algo semi-heroico con sus amigos cuando, en realidad, igual estaba en casa haciendo sus deberes de mates, igual que tú. Fantasear es chulo. La fantasía habitualmente supera la realidad. Ahora no hace falta fantasear. Basta con mirar en su cuenta de Instagram para ver lo que está haciendo… (o dónde está posando, antes de correr a casa a hacer los dichosos deberes.)

8. Vivir la eternidad del verano

Nuestro verano era el desierto del Gobi. Esos casi tres meses de desconexión suponían realmente eso. DESCONEXIÓN. Ahora, como alquiles un Airbnb sin WiFi, te da un tic en el ojo de inmediato. Muchos iban al pueblo. Eso significaba para muchos… ¡ni siquiera teléfono de cordón! Eso era salir de tu mundo y meterte en otro. Puede que tuvieses otro círculo de amigos o que pasases el verano con la parentela y tus Mortadelos, soñando con encuentros estelares. En todo caso… glamour poco. Ni falta que hacía. Y no pasaba nada, porque nadie esperaba glamour, que ahora hay que vigilar el color de la luz y el balance de blancos… ¡hasta para orinar entre dos contenedores!

9. Compartir pensamientos en tiempo real

Claro que pegábamos peroratas y enlazábamos pensamientos pero lo hacíamos con amigos, en plan diálogo. Los monólogos frente a la cámara… YouTube nos da la posibilidad de enlatar nuestros pensamientos y lanzarlos al mundo. Ese invento novedoso para que los tímidos alcen la voz…

Cómo ha cambiado el mundo… y nosotros con él. Mientras nos adaptamos a estas nuevas realidades viene la siguiente pisándole los talones a la anterior…

¡Y lo que nos queda por ver!

Imagen encabezado: Dominio público

Nuria Puig

Mi nombre es Nuria pero, donde vivo, tienden a llamarme Julia. He tirado la toalla y, si me llamas Julia, también me giraré. He trabajado en construcción y en educación pero lo que hace que me olvide de comer y de beber es: escribir. Voy por la vida con Gorro y a lo Loco

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1 comentario

  1. Ay qué tiempos! Y lo bien que lo pasábamos oye!!

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